Mi hermano murió por mi culpa y sucedió más o menos así:
Después de muchos años de insinuarles a mis familiares de formas cada vez menos discretas, cada día un poco más humillantes, que hicieran caso de aquello que sin mucho furor ni éxito yo publicaba en algunas revistas digitales y, tras comprobar que era imposible convencerlos de que leyeran algo que sobrepasara la longitud de un twit, decidí soltarme.
Como les sucede a las verdaderas superestrellas de nuestro tiempo cuando se agotan de sus fans, de los paparazzi o de sí mismos, Amy decidió hacer un viaje infraganti a la Ciudad de México para perderse una semanita en el anonimato de los laberintos urbanos.