Chalino. Imagen de Mariana Martínez
Cruisin
No puedo decir cuándo fue la primera vez que escuché una canción de Chalino Sánchez. Digamos, por conveniencia, que ocurrió en el mercado donde acostumbraba a comer con mi abuelo. Al fondo de un pequeño local, sobre un refrigerador verde y cuadrado, la televisión celebra un rostro joven y una pistola al cinto. Lo recuerdo así: la mano derecha sosteniendo un micrófono, sobre un escenario, acompañado de tres o cuatro músicos con quienes intercambia miradas. Luego, el sudor y el brillo y contraste de una grabación del siglo pasado, una espesa franja de salitre reptando por debajo de la tejana hasta alcanzar la nariz. Mientras canta, a ratos, utiliza la manga izquierda para limpiarse el rostro.
No puedo decir cuándo fue la primera vez que escuché a Chalino, sin embargo, sí puedo, al menos, intuir que debió ser en los 2000, cuando por razones ligadas a mi fecha de nacimiento, la radio, la tele y los discos de tianguis eran responsables de mi formación intelectual.
Un recuerdo de este tipo, para mucha gente, podría quedar en lo anecdótico solo porque ignora la manera cómo el descubrimiento de algo marca la relación con ese algo. No culpo a nadie, ni yo lo entiendo del todo. Sostengo, personalmente, la existencia de un antes y un después al escuchar La Canción; en mi caso, fue el punk, el rock urbano, algunos sonideros, el bafle en mochila, los que marcaron mi experiencia como adolescente creciendo en el Edo. Mex. de finales del s. XX.
Como era de esperarse, ni mis amigos ni yo éramos los únicos en vagar por colonia. Había de todo, y había música para todos. Había tanto que no existía necesidad de elegir y cualquiera podía rechazar todo a diestra y siniestra: al emo por flecudo, a Big Metra por dejar la VG y hacer reggaetón, o a los rucos jipis de los discos por jipis, o los skins porque sí, o al reggaetón por reggaetón. Yo mismo, en algún momento, le entre al tema. ¿Qué tenía que ver el punk con buscar pleito en los perreos en las canchas bajo el puente a un lado del Clandestino de Avenida Central? No sé. Incluso a través de una pregunta retórica la cuestión me parece ridícula.
Pese a todo, no me arrepiento ni me justifico. La música es un gusto adquirido.
Lo cual me lleva a preguntar, ¿en qué consiste la idea del gusto culposo, del placer reprochable?
He pasado los últimos dos meses buscando el video de la escena que dije recordar.
Pregunto aquí y allá. Asumo que internet es tan listo para completar los vacíos de mi búsqueda. Tecleo: chalino fiesta; chalino fiesta de cholos; chalino baile cholos coachela, etc. Insisto en la búsqueda. Puedo asegurar lo siguiente: viste saco rojo, camisa negra y tejana de un tono entre el hueso y el blanco sucio. Al fondo hay gente bebiendo, parejas bailando. No diría que se trata de un concierto, sino de un baile. Quizá una fiesta. Debió ocurrir en algún lugar de la frontera entre México y Estados Unidos antes de 1992.
De la vida de Rosalino Sánchez Félix se sabe poco, y de lo que se sabe, se sabe poco. O quizá no haya necesidad de saber más. En 1977 llega a Los Ángeles, California, para vivir con su tía, huyendo de la gente bravía y los ajustes de cuentas ligados al hacerse justicia por mano propia. Durante el mismo año, a los pocos meses, él y Armando, uno de sus seis hermanos, comienzan a trabajar de polleros.
¿En qué consiste la idea del gusto culposo, del placer reprochable?
Desde el punto de vista de la Ética, los deseos y los actos son buenos o malos y elegimos lo bueno y rechazamos lo malo. Esto significa que tener un sentido del pecado implica sentir culpa porque hay una elección ética por hacer, culpa que no importa cuán bueno me vuelva, no cambia.
Al final, eso no resuelve nada.
Si no hubiera conocido ley, no hubiera conocido culpa, dice Auden.
Hacia finales de los 70 el movimiento chicano ya cargaba veinte años de lucha por el reconocimiento de los derechos civiles y la erradicación de los estereotipos negativos acerca de la comunidad hispana. Sin embargo, en un plano paralelo, o seguramente anterior, la cultura heredada por los colonos de los antiguos territorios del norte de México, sumada a la propia de los nuevos migrantes, había echado raíces profundas; con esto no solo me refiero a la apropiación de ciertos elementos de la cultura afroamericana y occidental, sino aquello que Lalo Guerrero describe mejor: “ya que el destino me puso tan lejos de México, canto a esta tierra/ Los Ángeles, que es la capital del México de afuera”.
Cada quien canta desde su propio pico.
En el 84 Armando es asesinado en el hotel Santa Rita de Tijuana. Para Chalino, la muerte de su hermano fue, también, el comienzo de su carrera como cantautor de corridos. Para muchos migrantes e hijos de migrantes, Chalino significó tanto el reencuentro con la vida del otro lado de la frontera, como el primer encuentro con la vida que nunca se conoció. De cualquier forma, aun siendo terriblemente popular, “Nieves de enero” no tuvo lugar en los aparadores donde se ubica el gusto refinado. Al contrario, el salto sucedió de los recitales clandestinos, a las canciones pagadas por toughs locales, a las peticiones en la radio, a los éxitos de ventas en autolavados, tiendas de paso, puestos en la calle.
Yo no canto, yo ladro, dicen que decía Chalino.
Si me esfuerzo un poco más, afirmo que el video se presta para los remixes. Una caja de ritmos. A lo mejor el dembow no va. Por decir algo, “Cruisin’ X Chalino ft Lil Rob”, “Alma enamorada chopped & screwed”. Y no es difícil, las preguntas adecuadas dan las respuestas adecuadas, casi de inmediato encuentro una lista de reproducción llena de este tipo de joyitas.
Los señalamientos negativos siempre han rodeado a Chalino. Hay tela donde cortar. La vieja guardia de mafiosos hereda un rastro que seguir, de modo que los enanos puedan subir a la espalda de los gigantes y crecer, eventualmente, en una figura propia. Es cierto, puede que no sean las mejores enseñanzas, aunque considero difícil juzgar su practicidad.
Nos enfrentamos a los males sistémicos lo mejor que podemos; en raras ocasiones lo que podemos es lo mejor o si quiera es suficiente. Con seguridad, nos hace falta tiempo para ser capaces de repensar al bandido. Y aunque estoy de acuerdo con la premisa de acabar con los ídolos en favor de los referentes, la iconoclastia no es un talento de la crítica emanada por el buen gusto y los modales de las tiendas ni de la mass media. Todo lo contrario. Ajeno al mundo, desde un estudio de televisión, el comentarista de la hora anuncia, o mejor, arma una retahíla de amenazas no tan veladas acerca de jóvenes de piel oscura invadiendo las calles con armas, violencia, prostitución y drogas. Poco más adelante, durante el mismo verano, el comentarista recibe en el estudio de T.V. al dichoso grupo de jóvenes. Un éxito polémico. Podríase reclamar el descubrimiento de un nicho de mercado. A partir de ese momento —finales de los 80, principios de los 90— el gangsta acapararía los tops, llegando a estelarizar contenido de pago por evento en canales de televisión especializados en comedia, y tan solo hizo falta representar la vida callejera de los barrios negros, la mayor parte del tiempo, compartidos y disputados por otros sujetos marginales.
Así es cómo el espectáculo, el capital, crea leyendas. A mediano plazo N. W. A. se separa dejando a su paso evidencia de una rencilla más bien ideológica entre sus ex miembros. Los consecuentes lanzamientos de Ice Cube, repletos de contenido político, no tuvieron tanta suerte en comparación a la carrera de Dr. Dre o Snoop Dogg.
While y’all muthafuckers moved straight outta Compton / Living with the whites / I never had dinner with the president, sentencia en “No Vaseline”.
Siendo tal, Chalino Sánchez fue interceptado y ejecutado la noche del 16 de mayo de 1992, tras haber concluido un baile en el Salón Buganvilias.
Doce años después, Adán Sánchez, cantante, hijo heredero del rey del corrido, muere en un accidente de carretera —accidente o persecución de circunstancias sospechosas, nunca esclarecida por las autoridades mexicanas—.
Por supuesto, no puedo encontrar el video de la fiesta de cholos porque estoy buscando a la persona equivocada. En realidad, se trata de Flaco Jiménez. Precisamente, viste saco oscuro sobre camisa oscura, brillantina sin necesidad de sombrero. Según la versión, el baile sucede en algún momento entre 1975 y 1976. Aun cuando se trata de una grabación, me reprocho el confundirlos. En mi defensa, apenas conservo una pequeña imagen alojada al fondo de mi cerebro, además, parafraseando a Little Joe, el alma de la música chicana fluye a través de ellos.
¿Por qué, con el tiempo, uno se llega a avergonzar de lo que escucha?
This is for la raza. Siempre habrá quien esté dispuesto a no parpadear los oídos y atender.
No hace falta buscar demasiado para dar con papers sobre la tradición de la música popular, el habla, la versificación, el narco-corrido, etc. Aunque valioso, el acercamiento es árido. Quizá, para el caso, sea más interesante sopesar las consecuencias históricas de habitar los mismos espacios, aunado al relevo entre generaciones, para caer en cuenta que tal como sucediera con el northern soul, swing, R&B, las oldies but goodies, la cultura chicana hizo patente, una vez más, la apropiación de ciertos elementos urbanos ya no del todo ajenos. Del corrido a la cultura Hip-hop; del rancho a los traspatios enrejados de la célebre Suburbia, lowriders y los frescos representando la historia chicana en los bajopuentes y muros de L. A. y San Diego. A nadie debería parecerle coincidencia, en torno al mismo año del asesinato de Chalino —poco antes, poco después— se lanzaron los primeros álbumes de Kid Frost y Lil Rob, indiscutibles representantes de la música mexicana del otro lado.
A partir de este punto la genealogía es bastante dispersa:
Liz [entrevistadora]: Are any of you gangsters?1
Mad Ralphie [Manic Hispanic]: I’d like to say it’s a front, but it’s not. We all grew up in the barrio, with the exception of two guys. We all grew up in that culture, but not all of us lived the life, you know. We’ve looked the way we’ve looked for years when we were growing up. We’re not cholos or gangsters, but we come from that heritage and we’re proud of it.
Liz [entrevistadora]: ¿Alguno de ustedes es gangster?
Mad Ralphie [Manic Hispanic]: Me gustaría decir que solo se trata de nuestra apariencia, pero no lo es. Todos crecimos en el barrio, con la excepción de dos de nosotros. Todos crecimos en esa cultura, aunque no todos hemos elegido esa vida. Nos vemos tal como nos hemos visto durante años, mientras crecíamos. No somos cholos ni gangsters, pero esa es nuestra herencia y estamos orgulloso de ella.
Nadie debería esperar el mismo sonido habiendo pasado tanto tiempo. Chalino Sánchez se convirtió en el símbolo de una forma de vida que hoy día persiste, a la vez que representa una época pasada. A los nombres de los compositores clásicos pueden añadirse Delinquent Habits, Cali Life Style, Brownside —presentada como la versión chicana de N.W.A., donde Eazy-E participó como fundador— e, incluso, bandas de la efervescente escena latina del hardcore noventero como Manic Hispanic o Union 13; el chologoth sandieguino; en fechas más recientes suenan el trap y los corridos tumbados de Ivonne Galaz, Nataniel Cano, Herencia de patrones.
Opioides en forma de lean. Pacas en vez de cogollos. Malverde, La Santa, San Judas, ya todos los conocemos. Mafiosos, toughs, chacas y perreo. Morros polémicos a quienes, afortunadamente, los opinólogos no ignoran. Esas personas ya tienen su espacio, por lo que no vale la pena dar cuenta de sus opiniones. Sirva operativamente decir que la violencia no es nueva ni crece en el aire, al mismo tiempo, hablar de ella no implica, necesariamente, glorificarla. Al contrario, quienes la niegan o solo buscan señalar culpables hacen evidente la mezquindad personal.
Ahora me pregunto, ¿cómo ver la culpa desde afuera? ¿De qué forma estar al margen, ya no de la música, sino de los cambios, del mundo?
Según Auden, la fórmula mágica consiste en una inocencia en la que se descubre un contenido de culpa; luego, la sospecha de que uno puede ser culpable; y finalmente, una inocencia real de la cual ha sido expulsado el culpable, efectuándose una cura, no por intervención mía o de mis vecinos, sino por la intervención de un genio venido de fuera que elimina la culpa y otorga conocimiento sobre ella.
Por un lado, es difícil no alcanzar un tono pedagógico para contradecir a la crítica del autonombrado buen gusto. Por el otro, generalmente no hay mejor forma de interpretarla si no es a manera de berrinche.
Escondida entre las recomendaciones encuentro un trap bastante interesante en honor al compa Chalino. Creo que los Raprimal Boyz son defeños.
Ahora mismo pienso en un párrafo escrito por Sōseki, a propósito de la restauración Meiji: “los más viejos se quejan porque ven cómo su mundo está en proceso de extinción, pero esa es la tendencia de la civilización moderna, y uno no puede por menos darle la bienvenida. Por ejemplo, en los tiempos que corren ya no hay necesidad de que alguien te golpee en la cabeza como si fueras un melón para comprobar si mereces la pena de ser comprado”.
1 Ortega, Liz, Interview: Manic Hispanic Punk Band, junio, 1999. http://www.inmusicwetrust.com/articles/20h04.html