No es verdad que escribir vaya a salvarlo a uno

Titulo: Vergüenza
Autor: Martha Mega
Editorial: Mantarraya Ediciones
Lugar y Año: México, 2017
“Uno no puede escribir que tiene miedo de morir / a menos que sea anna frank”, advierte Martha Mega en un largo poema sin título, que junto con otros diecinueve conforman Vergüenza, su primer poemario. Sin embargo, la poesía de Mega no manifiesta un temor a la finitud, se trata más bien de un canto emitido desde la postcatástrofe, desde los escombros, las ruinas, los fierros retorcidos y el polvo que rodean a los sobrevivientes que habitan un presente derrumbado por la losa de un futuro más imposible que incierto.
Quienes hemos escuchado a Martha performancear sus poemas, tenemos la posibilidad de leer estos textos con la percusión en off de sus manos sobre su pecho marcándoles el ritmo. Quienes no, con seguridad podrán apreciar su musicalidad y vértigo, tanto en sus versos mínimos, como en sus versículos. Para construir esta fluidez, Mega utiliza el encabalgamiento y la elipsis, así como la casi total ausencia de signos de puntuación que puedan interrumpir el telúrico devenir de sus palabras.
Los poemas de Vergüenza son terremotos diminutos. Hay en ellos un desenfado salvaje; un enfebrecimiento ante la belleza de lo breve; una orfandad que se traduce en furia, mordidas, ladridos, pero también en luminosas grietas; el legado del exilio de quien recibe de su madre un país ajeno como herencia; el aullido de la que, desbaratada, increpa a un dios que está sordo o no contesta o no puede sostenerle la mirada; el amor en tiempos de Tinder y leído siempre, desde David Foster Wallace, como una historia de fantasmas.
Mención especial merecen “Groupie”, dividido en cinco tracks y el metapoema sin título que aborda los poemas muy al modo de Leónidas Lamborghini en El jardín de los poetas. El primero, por la intertextualidad entre canciones populares y la mitología griega; por su revisitación de Orfeo, Eurídice y Perséfone con un soundtrack de José Alfredo Jiménez, Álvaro Carrillo y Silvio Rodríguez. El segundo, por plantear las posibilidades del poema desde el poema mismo: “hay poemas que son remixes refritos re-interpretaciones/ formas (rrrrr)evolucionadas del poema originario”; por plantear una poética que apuesta por aquellos “poemas mutantes deformes freaks”.
No es verdad que escribir vaya a salvarlo a uno, eso parecen decirnos los poemas de Mega, y quizá de ahí provenga la confusión, el desorden y el desconcierto —todas acepciones de la RAE para la palabra vergüenza, entendida como turbación—, de aceptar la posibilidad de que, como en Vergüenza, escribir sólo sea arder.