Tierra Adentro

El presentador de la revista matutina local sonríe con la falsedad de la gente que trabaja en televisión. Entrevista, en teoría, a una psicóloga y la oye y asiente sin prestar atención. De repente, la psicóloga pausa; entiende el muchacho que es su turno de hablar. “Gracias por venir”, dice. “¡Tú sos muy lista!”. Tú sos. sos. Corro a la cocina a echarme aceite hirviendo en los oídos.

El presentador de la sonrisa falsa no tiene motivo alguno para tutearme a mí, a la psicóloga ni a la teleaudiencia. Como televidente (que no entiende por qué rayos está viendo una revista matutina) me siento ofendida. Estamos en El Salvador, somos salvadoreños ambas. ¿Por qué me está tuteando? Nosotros voseamos.

Contrario a otros contextos culturales, como el peruano o el chileno, en donde el voseo se asocia con un estrato social dado, en Centroamérica su uso es universal, como en Argentina o Uruguay. El usted se reserva para personas con autoridad o desconocidos. El tuteo predomina únicamente en Panamá, que tiene más en común culturalmente con Colombia que con el resto de Centroamérica. Sin embargo, la mueca sonriente del anfitrión de televisión tutea a la invitada mientras su conjugación verbal vosea, como si eso fuese algo común, deseable o gramaticalmente correcto.

Nadie afuera de Centroamérica parece saber que voseamos. Hablando con argentinos siempre nos preguntan si imitamos su conjugación para burlarnos. Cuando debemos hablar con mexicanos, la mayoría tutea y lo hace bien a pesar de que dentro de nuestras fronteras el tuteo no se use jamás. Todo esto es obra y gracia de la televisión.

Es domingo a la tarde a finales de los noventa. En San Salvador, mi mamá plancha frente al televisor y llora. Torito acaba de morir en un incendio y Pepe el Toro grita de dolor otra vez, como suele hacerlo todos los domingos a las 3, en la franja de cine de oro mexicano de un canal local de televisión abierta. Le sigue la transmisión de un partido de la liga mexicana de fútbol y luego un resumen semanal de Ventaneando. Se intercalan comerciales de Banco Azteca y Elektra sumando en conjunto horas y horas de gente conjugando distinto a nosotros.

Esto no es nuevo ni tiene nada de particular. Desde siempre, toda o gran parte de nuestra oferta de entretenimiento viene de México (vía doblaje o producción propia). Es comprensible; ninguno de los países centroamericanos tenía los recursos o la estabilidad política para montar emporios mediáticos, mucho menos para exportarlos. Tutea la radio, tutea la televisión y tutean los subtítulos, los doblajes de las películas. Tutean los libros, incluso los escritos en Centroamérica. Todo se hace en México o para México, todo me tutea. Todo lo que me entretiene me es ajeno. Si me baso únicamente en las producciones multimedia, Centroamérica no existe; estas tierras nomás son un apéndice de un México más chico, más pobre que une el México grande con la Gran Colombia.

Me busco, nos busco en los medios locales. No estamos por ningún lado. El presentador de la mañana se delata en deslices como el voseo verbal, esa combinación espantosa y hostil del tú internalizado con el voseo omnipresente. En algún lado de su socialización en comunicación, el locutor, el presentador y el escritor entendieron que el tú es la opción por defecto. El voseo, nuestro acento, son vicios que descubren un origen inferior y periférico que no tiene cabida alguna en los medios nuestros ni de nadie más. Ser nosotros, hablar como hablamos, es inferior, menos digno, algo que debe permanecer oculto en casa.

El problema es que Centroamérica es inhóspita. Eso nos convierte en eternos migrantes, exiliados o refugiados, como quiera llamársele. Nacemos en Centroamérica pero nuestro destino es huir. Guardamos el sol de octubre, el sabor del loroco, el voseo en una mochila y nos vamos porque nos echan el hambre, los militares, las maras, la policía, la sequía, el exterminio y un enorme etcétera.  Centroamérica es esto, está acá, pero huye siempre. Y al hacerlo se oculta.

Uno de los beneficios colaterales de la omnipresencia de México es que las novelas, Pedro Infante, Exa FM y la inflexión espantosa de los actores de voz del valle de México han enseñado a Centroamérica a ocultarse mejor, a sobrevivir en el tránsito asesino de cruzar al México grande. El voseo se oculta, se diluye y se imitan la inflexión, las afinidades futboleras, los modismos y el imaginario cultural. Para permanecer vivos en el tránsito debemos mimetizarnos, desaparecer, porque ser centroamericano sin papeles es un riesgo mortal. Nunca nadie esperó que Televisa le enseñase a nadie a sobrevivir.

El muchacho de la  telerrevista matutina no piensa nunca en esto. Él tutea porque eso requiere el medio, porque su principal interés es ser cul. Sonríe con una mueca, sin notar que cuando habla, cuando conjuga mal, desaparecemos. Tú sos muy lista. Corro a la cocina a echarme aceite hirviendo en los oídos. Y a llorar.

 


Autores
(San Salvador, 1987) estudia filosofía. Antes estudió derecho y política regional latinoamericana. Escribe sobre el triángulo norte de Centroamérica, El Salvador; género, diversidad sexual y derechos humanos.
Secretaría de Cultura