Foto de Isabel de Lara
Powerpoints y pandemias
Resulta inusual asomarse por la ventana, ver las jacarandas, el azul de un cielo despejado con mínima contingencia, y temer salir. Enemigo invisible. Es como si solo existiera en Twitter, en los videos escalofriantes de un hombre encerrado con su hermana muerta, de altoparlantes prohibiendo las salidas a la calle; pero también en videos endulcorantes de italianos cantando por balcones, de policías españoles llevando serenatas y doctores cubanos siendo recibidos con aplausos.
Aquí en México todavía no se siente tan duro, aunque ya tuvimos nuestro primer intento de viralidad virtual cuando los santafeños cantaron Cielito lindo y el internet de las cosas sintió el cringe más profundo. Y sin embargo, paso mis días pegado a la computadora y salgo únicamente al supermercado.
Entre los consejos que pululan por redes sociales está el de cuidar la salud mental, hablar con amigos y familiares por medio de videollamadas y procurar distracciones compuestas de temas alejados de la pandemia. Con esa semilla encontré un tuit que proponía algo llamado “fiesta de powerpoints”. Desconociéndome por completo, contranatura, respondí de inmediato que contaban conmigo y mi presentación de diapositivas.
La convocante formó un grupo de Telegram y por ese medio compartió un Google Doc donde cada uno pondría su nombre y el tema que expondría. En la conversación se discutió la hora y día, se fijó para un domingo en la noche. El orden de presentación quedaría dictado por el orden en que nos apuntáramos en el documento compartido. Ahí entró mi gran angustia: ¿de qué tema hablaría con quince extraños?
Sentí que no sabía nada de nada, que era el individuo menos interesante en internet y que era mejor escribirle a la moderadora y excusarme: lo siento, la pandemia me tiene consumido, no puedo hacer un Power Point, mis habilidades se limitan a evitar propagar el virus pasando días viendo memes y videos de gatitos. Pero la semilla había germinado, esto era bueno para mi salud mental, para distraerme un poco de la locura mundial. Escribí en una agenda los temas que podría abordar:
1- La peste negra. Doy clases de antropología filosófica, en una sesión reciente había expuesto la historia de la pandemia que arrasó la Europa del siglo XIV, esto con el fin de señalar las implicaciones culturales que trajo. Pero eso fue hace semanas, cuando el miedo no era tan personal, cuando no era una aguja ensartada en la carne que apenas y cubre la uña del meñique. Ahora sería imprudente traer el tema a una fiesta de powerpoints, conformado por quince personas aisladas que temían por sus vidas y las del mundo. (DESCARTADO)
2- San Agustín y su concepción del tiempo. También doy clases de introducción a la filosofía, ahora en formato podcast, y la siguiente sesión revisaré al filósofo de la patrística, especialmente a su genial modo de entender el tiempo. Pero eso lo toleran mis alumnas porque no tienen de otra, qué hueva chutarse eso siendo quince personas aisladas que temen por sus vidas y las del mundo. (DESCARTADO)
3- El “chernobyl” de Ciudad Juárez. ¡No! ¡Necio! Entiende que nadie quiere leer sobre muerte y amenazas invisibles, mucho menos quince personas que temen por sus vidas y las del mundo. (DESCARTADO)
Me sentí abrumado. ¿Por qué me había metido en algo que requería este tipo de estrés? Ese tiempo lo podía gastar viendo series en Netflix. Despues de todo, jamás había sucedido que la sociedad pidiera que me quedara en casa haciendo binge watch de Better Call Saul. Necesitaba despejarme, abrí Spotify y puse una de mis listas de reproducción: ABBA in an emergency. Epifanía. Aquí nadie se raja. Supe de inmediato cuál iba a ser mi tema:
ABBA: implicaciones filosóficas, económicas y sociales
Entré al Google Doc y escribí el título, sería el noveno en presentar.
Llegó la fecha. Tardamos la acostumbrada media hora en que todos entendieran cómo funciona Zoom, en que todos escucharan y vieran correctamente, en que el maldito internet saturado permitiera la conexión de quince individuos aislados que temen por sus vidas y las del mundo.
Las presentaciones fueron variadas, ninguna trató el tema de la pandemia ni de alguna enfermedad o enemigos invisibles. Abrió la convocante y ahora moderadora con la presentación “Mom’s spaghetti: maneras de entender el hip hop de acuerdo a la comida en sus letras”. El tema me hizo ver que no había errado con mi temática; además, aprendí mucho sobre los eufemismos gastronómicos en el rap, sobre el estatus social expresado con algunos platillos, ya sea presumiendo started from the bottom, now we’re here o ya sea para decir que I’m keeping it real.
Hubo otra presentación que trató temas más personales: “Razones y condiciones bajo las cuales me da asco el cabello mojado. Un llamado a la razón.” Sin duda fue el Power Point que más emociones suscitó, desde la risa hasta la repulsión. Quizá se provocaron nuevas fobias, quizá los quince individuos aislados ahora temen su cabello mojado y el del mundo.
Otra presentación fue sobre los temas que la presentadora consideró para la fiesta, una probadita de su sentido del humor y visión de las cosas. Otro que se puso a jugar con el mapa de México, borrando límites territoriales de los estados, conformando nuevas entidades, como el estado Huasteca y, en claro desafío al orgullo tapatío, Colima absorbiendo a Jalisco.
Las hubo más informativas, como la presentación de los tiburones, la de un anime con eje gastronómico y la que narraba la historia de la peor orquesta del mundo; sentimentales, como la del hurón fallecido de una de las personas aisladas que teme por su vida y por las del mundo; prácticas tipo life hacks, como la del que nos enseñó cómo bajar piratería de alta calidad a través de páginas de torrents poco conocidas; y musicales, como la titulada “Porque The Joshua Tree es el último disco bueno de U2 y Bono es un cñor que ya debería de sentarse”.
Cuando llegó mi momento de presentar sentí los nervios de punta, además me embargó una sensación de locura: estaba hablando sobre filosofía y una banda de pop sueca, frente a mi pantalla, solo, con Kant (mi gato) observándome fijamente. Pero me aferré, después de todo esto podía ayudar a no sentir el peso del miedo por mi vida y por las del mundo, hacer más llevadera la cuarentena.
Inicié con una breve explicación sobre qué era ABBA: la mejor banda del mundo mundial. Tras esto hablé sobre la eugenesia y el programa nazi para “esparcir la raza aria”, atrocidad histórica de la cual proviene Anni-Frid Lyngstad (una de las cuatro integrantes del conjunto sueco). Y ya con ese tono oscuro di inicio al primer análisis de una de las canciones: Money, money, money. Era la más obvia, ligué a la letra con la teoría marxista de la totalidad de la experiencia humana anclada a la estructura económica, las relaciones bajo el marco de los medios de producción.
Continué con The Winner Takes it All haciendo el comparativo entre esa visión del destino con la de los estoicos, particularmente Epicteto, quien asumía las rígidas cadenas de la causalidad sin dejar de defender una libertad intencional.
Para tocar filosofía más cercana a nuestros tiempos, incluí el análisis de The Day Before You Came hecho desde el existencialismo de Albert Camus, el absurdo de la cotidianidad, el día a día expresado en los objetos, en el cigarrillo y el periódico.
Y terminé con Fernando y su narrativa de la Guerra Civil Española desde la perspectiva de los que combatieron al fascismo franquista.
La presentación pecó de apresurada y breve. Creo que pude haber incluido otras canciones que se prestan a este tipo de deconstrucción, como claramente son Dancing Queen, Chiquitita y Does Your Mother Know. Tendrá que ser para otra fiesta de powerpoints.
En total, rozamos las cuatro horas de presentaciones vía Zoom. Este hecho para mí es inaudito. Pasar todo ese tiempo hablando con desconocidos, viendo powerpoints de temas inimaginables, a través de videoconferencia, para un sujeto que sufre las llamadas telefónicas y cualquier conversación que dure más de lo que dura Mamma Mia! (2008), es realmente milagroso.
Pero el mundo es extraño. El enemigo invisible ha transformado nuestras realidades. Quizá no queda de otra que adaptarnos a las nuevas normas. Quizá las fiestas de powerpoints serán lo que antes solían ser las salidas a bares y cantinas. Quizá ABBA es la respuesta a los miles de individuos aislados que temen por sus vidas y por las del mundo. Quizá el absurdo que Camus señaló es más latente que nunca. Por mientras seguiré lavándome las manos cada hora y, sobre todo, cuidaré de secarme bien el cabello al salir de la regadera.